viernes, 25 de mayo de 2012



Capacidades diferentes, sentimientos iguales

Debemos entender que a pesar de las limitaciones que ellos tengan, son personas, son seres humanos y como seres humanos, siguen sintiendo como todos los seres humanos que sienten felicidad, dolor, tristeza, y tienen necesidades como todos.

Las personas con capacidades diferentes, necesitan de más ayuda, apoyo y finalmente son personas que, en muchos casos, tienen una conciencia.

Obviamente cuando hay problemas de tipo mental se complica la situación de la persona, pero no quiere decir que sean menos personas, el hecho de que pierda en un momento sus facultades mentales no lo hace dejar de pertenecer al género humano, simplemente tiene una diferente capacidad y necesita igualmente ser motivado, requiriendo el apoyo de 24 horas diarias.

Pero esto es lo que para muchas personas representa una carga, tiempo, esfuerzo y cansancio y ahí, es precisamente cuando ya no es tan agradable ni placentero vivir con una persona con capacidades diferentes.

Hay que invertir más de lo normal: medicinas, enfermeras, consultas médicas, y todo ello es un gasto financiero muy fuerte.

Recuerdo el comentario de una persona activista que colaboraba sin lucro en una institución de apoyo a niños con enfermedad mental: “nadie le quiere apostar a este proyecto”, decía expresándose de su trabajo buscando donativos y recursos para sostener el instituto.

Se da mucho culto al éxito, a la belleza física; a la sociedad le agrada la vanidad y tiende a rechazar lo diferente. Aclaro e insisto: somos iguales personas, las capacidades son las diferentes. Pero es así como comienza la discriminación.

“El patito feo”

Para tratar de ilustrar lo que una persona con capacidades diferentes puede sentir al ser rechazada por su estado físico de salud, quiero comentar un extracto de la tan conocida historia “El patito feo”.

En este texto encontrarás los comentarios que hacía su familia y las demás aves
del corral.

“Sí, sí es un huevo de pava. Tenéis que despreocuparos de él y enseñar a
nadar a los otros...”.

“¡Mirad! ¡Ya tenemos otra familia! Como si no fuéramos ya lo bastante
numerosos. ¡Mirad! ¡Mirad! ¡Vaya cabeza que tiene ese polluelo! A ese no lo queremos”.

-Dejadle tranquilo -dijo la madre- No ha hecho ningún mal a nadie.

-No -replicó la pata que le había picado-, pero es demasiado grande y
ridículo. Es preciso hacerle rabiar”.

“Los patos le daban picotazos, las gallinas le picoteaban y la muchacha que
daba de comer a las aves le apartaba con el pie”.

“Entonces huyó, volando sobre el seto, asustando a los pajarillos, que
emprendieron el vuelo.

 -Todo esto es porque soy muy feo- pensaba el patito, cerrando los ojos”

“Después de eso, todos se reunieron en su casa. Pero el pobre patito que rompió el huevo en último lugar y que era tan feo, se vio mordido, empujado
de un lado para otro, insultado y ridiculizado, tanto por los patos como por las gallinas”.

“... eres espantosamente feo -añadieron los patos salvajes- pero en fin, eso
no nos importa siempre que no pretendas ingresar en nuestra familia por medio de un matrimonio...”.

“El patito creyó que podrían existir dos opiniones acerca del particular,
pero la gallina no quiso ni siquiera prestarle atención.

-¿Sabes poner un huevo?

-No.

-¿Me harás, pues, el favor de callarte?”


Con esto, quiero ilustrar algo similar a lo que las personas con capacidades experimentan diariamente: rechazo. Simplemente no son aceptadas, ni siquiera se les da entrada en una comunicación, para escuchar sus opiniones.

Nuestra sociedad, en su gran mayoría tiende a la discriminación de estas personas.

Para algunas familias, no pocas, su pariente con discapacidad es un caso que les avergüenza. Y por ahí, estarán en alguna habitación, encerradas, viendo pasar los días sin que alguien les dé y reconozca el valor real que tienen. ¡Qué triste que esto pase en nuestros días!



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